2 grados de más

a César Rina
 

Estar enfermo es mantenerse en alerta. Es estar doblemente vivo

para afrontar lo que vendrá.
La poesía es estar enfermo. Imagino que esto lo dijo antes algún escritor.

Yo lo escribo con fiebre, en la cama, 2 grados por encima de la realidad común, literalmente enfermo. 
Lo ven, todo queda reducido a palabras. Un cosmos mínimo que te besa en la frente 
cuando nos dejan solos.
Ahora que lo recuerdo, Bolaño escribió sobre la relación enfermedad-literatura.

Pero él estaba verdaderamente enfermo y, de la misma manera, doblemente en alerta. Por eso su lucidez discutía a menudo con la realidad que está por debajo

de los 37 grados.

La poesía que concibo aparece en los mapas rodeada de países y, aún así,

con salida al mar. Sus tesoros corretean por debajo de su extensión

como cangrejos bajo la basura que flota  en los océanos.

La fertilidad de su pueblo es la fertilidad de su selva. 
En cada palabra, todo lo relacionado con el más allá está unido con el más acá. 
Los delirios de su imaginación son el desayuno para los campeones. Pero no les miento,
de ese plato nutritivo come todo el mundo.

Dicen que nada está escrito hasta que lo está. La poesía que contemplo
vive en el primer estado. Lo demás es lo que se vende en las lonjas,

en los escaparates, lo que traen a los puertos industriales los buques

de más de cincuenta metros. Por qué contar otra cosa.
Aquí los animales expulsados del reino animal y todas las demás especies
pisotean los mismos pastos y se manchan por igual de barro los bajos del pantalón. Repito, nadie queda excluido de esta casa si trae en la boca

un puñado de buenas intenciones.
Aunque para estar enfermo no sea suficiente con decir, este es mi cuerpo.