Campo de Santa Clara

Campo de Santa Clara

con tu horizonte infinito,

no hay rastro de tus virtudes

ni de tus viejos capítulos.

 

Campo de Santa Clara

con un kiosko en el centro,

turistas y cosmopolitas

vienen a apagar sus sueños,

limonada de fresas,

sandwich de viento,

en oro se pagan tus sillas,

en oro de cuño nuevo.

 

Pero al Campo de Santa Clara

también van a parar los viejos,

los del tiempo imperceptible

y la mirada de cieno;

sientan en los poyos

como sentaron sus abuelos

y ven el río al fondo

corriendo hacia los oceános.

 

En el campo de Santa Clara

huele a porro añejo,

son los jóvenes parados

sin esperanzas ni espejos.

Allí van a penar

con sus gorras y sus perros,

para verse reflejados

en el poyo de los viejos.

 

Turistas y modernos

quiseran ser viejos

como esos jóvenes pérdidos

en el malecón maltrecho.

Ancianos y porretas

sueñan con ser viajeros

para sentarse en el kiosko

a ver pasar o Tejo.

 

Parroquianos y viajeros

se miran con recelo,

cada uno quisiera tener

los pies en otro suelo.