The New Experience

Los individuos nacidos en los tiempos líquidos rendimos culto a lo “new.” New look, new body, new style of life, new city, new friend, new job y new experience.

Los constructores de la globalización neoliberal se han esmerado en transformar los arcaicos modelos de identificación local y global. Para pertenecer al modelo, para sentirse individuo y no caer en la invisibilidad social, cada uno de nosotros debe rendir culto al change: no conformarse con el mismo trabajo, ni la misma pareja, ni las mismas aficiones, ni residir en la misma ciudad o casa.

La clave está en el deseo de cambio constante. La rutina y la comodidad son sinónimos de arcaísmo, de atraso cultural. Los buscadores de new experience consideran que la felicidad radica en la cata constante de nuevas sensaciones. La ética de la sociedad de consumo de productos, personas, ideas y experiencias acelera los procesos de renovación y de obsolescencia para introducir el consumo de tiempo y ocio en una espiral sin salida, una droga que exige una dosis cada vez más frecuente. El modelo de vida líquida, basado en la movilidad permanente, rechaza la permanencia o la perdurabilidad por tratarse de elementos inútiles para la producción de experiencias new.

Para tener acceso a la new experience hay que pertenecer al exclusivo mundo de los privilegiados de la mundialización. El principal marcador que diferencia las élites financieras de la pobreza hipotecada no radica en la posesión de bienes, si no en todo lo contrario, en la capacidad de deshacerse con facilidad, en la filosofía de desechar productos incluso antes de su adquisición y en la apremiante necesidad económica de cambiarlos por otros, más new que los anteriores.

Quedarse obsoleto, anclarse a una ciudad o a un puesto de trabajo, se considera un fracaso, la entrada directa al defenestrado grupo de los parias. El poder del siglo XXI se mide por la capacidad y libertad de movimiento, no por el control del territorio. La inmensa mayoría de la población mundial no tiene pasaporte o VISA de crédito para salir de su tierra y lanzarse a la cultura del mestizaje, de las new experience, de las bodas indígenas, la meditación oriental, la danza tribal, la moda étnica, los ritmos salvajes, las prácticas ancestrales, etc.

Las experiencias híbridas que practican las élites se han asentado como modelo óptimo de producción cultural -¿cosmopolitismo?-. De entrada, han acabado con ideales como la estabilidad, la rutina, la seguridad, el anclaje a un territorio, el cobijo familiar y las costumbres locales (convertidas en folclorismo turístico). La capacidad de buscar la individualización a través de lo new marca la diferencia entre los que están en el centro, en movimiento, y los relegados a la permanencia.